Cerro de la Cabeza


Una vez más fuimos de visita a nuestro querido Monte Abantos, lugar de culto para nuestro grupo, por realizar la primera ruta del grupo aquí y tomar prestado el nombre de este.

Como muchas otras veces, nuestro punto de encuentro fue en el aparcamiento de tierra que hay delante del edificio de Felipe II a los pìés de la presa del Romeral.. Un lugar que se suele aparcar muy bien pero en esta ocasión con el cierre de la Comunidad de Madrid por la Covid, se complico un poco.

La ruta comenzó por la senda que hemos utilizado muchas veces para subir al Pico de Abantos y la senda que seguiremos es la misma que esta aunque en un punto nos desviamos por otro camino.

Caminamos entre pinares por un sendero estrecho y lleno de piedras, hasta que llegamos una amplia pista que por desgracia solo la cruzaríamos para seguir por un nuevo sendero menos empedrado y con más pendiente.

 

El nuevo camino que tomamos estaba lleno de lugares mágicos. El sendero del silencio pues es oscuro y una gran roca lo vigila, el espectacular hayedo, la fuente que hasta en verano tiene agua.



Llegamos a la pista asfaltada y pillamos un atajo por un terreno donde los ganaderos tienen un redil para juntar el ganado y facilitar su carga. Nuevamente nos encontramos con la pista que solo seguimos unos metros.

Nosotros continuamos por una amplia pista en dirección opuesta al Pico de Abantos, al final de ella encontraríamos nuestro destino, el Cero de la Cabeza.


Llegamos a la cima que marcaba el punto más alto del día e hicimos una parada para descansar, visitar el entorno y realizar numerosas fotos del lugar. Las vistas eran preciosas.

Ahora tocaba descender por una estrecha pista señalizada solo por hitos. Todos estábamos avisados la pendiente era mucha y más de uno se alegro de que el ascenso no hubiera sido por aquellos terraplenes llenos de hojas de pino y piñas. Por supuesto más de uno llevo el culo al suelo.

Finalizamos el descenso de aquella pista en un área de descanso repleta de mesas para sentarse y comer cosa que hicimos. Comimos como dioses en aquel lugar rodeados de naturaleza.

Aun nos quedaba por descender un poco más pero el camino era mucho más cómodo. Primero un sendero con numerosas zetas que nos llevo a una pista en la que los lugareños del lugar usan para pasear tranquila y relajadamente.

Después de un brindis por la ruta tan bonita realizada podíamos decir :

¡RUTA SUPERADA!