TABLADA


Los más místicos deberían decantarse por seguir las huellas del Arcipreste de Hita. Las páginas del «Libro del Buen Amor» fueron una de las primeras referencias escritas al paso de un caminante por esta provincia. Arranca la ruta en la estación de tren de La Tablada, antigua venta en uno de los caminos más transitados de la sierra en el Medievo, y llega hasta la estación de El Espinar.

Tablada es un lugar donde no vive nadie, donde no sucede nada y donde no se sabe por qué, desde los tiempos de Cascorro, tiene una parada el ferrocarril Madrid-Segovia, la última antes de atravesar la sierra por el túnel de Guadarrama. Aunque parar, lo que se dice parar, sólo lo hacen dos trenes al día, uno por la mañana y otro por la tarde, para inmenso estrés de un jefe de estación que debe de poseer el récord mundial de bostezos consecutivos. Entre los raíles orinientos de una vía muerta, afloran los verbascos. Cerca, inquietan las ruinas de un sanatorio para tuberculosos. “Lejos, Madrid se otea”. Todo muy melancólico y como en el poema de Machado.
Parado en el andén de losas descabaladas, el excursionista no puede reprimir un escalofrío al pensar que lo que hoy es un apeadero alto y fantasmal, antaño fue una venta cálida y bulliciosa por la que pasaban muchos de los viajeros que cruzaban esta sierra. El más recordado de todos, el arcipreste de Hita, quien es fama que hacia 1330 se topó aquí con Aldara, la serrana fea de Tablada. En el 'Libro de buen amor', el cachondo de Juan Ruiz da cuenta de las excesivas pretensiones de su posadera (a cambio de joyas, le dice ésta, “serás bien venido, / serás mi marido / y yo tu velada”), así como de sus no menos desproporcionados atractivos: “Tenía en el justillo las sus tetas colgadas, /dábanle en la cintura porque estaban dobladas, / que de no estar sujetas, diéranle en las ijadas...”
Lo que no cuenta con tanto detalle es por dónde iba el camino medieval. No obstante, se sabe que no seguía el trazado de la N-VI, por la sencilla razón de que ésta no se trazó hasta 1749. Y se supone, por los pocos restos que quedan, que discurría al este de la actual carretera y cruzaba la divisoria por un puerto –el viejo de Tablada, hoy collado del Arcipreste o de la Sevillana– a un kilómetro del alto del León. Pero la verdad es que todo esto, sobre el papel, es difícil de explicar y más aun de entender. Y lo mejor, según cree el excursionista, es intentar rastrear paso a paso el camino histórico partiendo de Tablada, antigua venta y moribundo apeadero.

Con esa intención, el excursionista sale del apeadero subiendo por la carreterilla que lo comunica con la N-VI y, cien metros antes de desembocar en ésta, se desvía a la derecha para colarse por una portilla metálica en una cañada de ganados. Ascendiendo por este ancho corredor de hierba entre pinares, pronto reconoce la huella serpenteante del viejo camino, en cuyos recodos aprovecha para recuperar el aliento y admirar el panorama de todos los prados que alfombran Guadarrama y Los Molinos, y de todas las montañas que se alzan entre la sierra del Hoyo y la Bola del Mundo.
A la media hora, el excursionista se tropieza con una pista forestal procedente de Cercedilla; pista que cruza para seguir trepando por la cañada y conectar, poco después, con unas nítidas rodadas que le guían a manderecha hasta el viejo puerto de Tablada. Desde este punto –donde se aprecia el desmonte de rocas efectuado hace siglos para ensanchar y mejorar el paso–, el camino desciende, ya como senda de herradura, por los pinares del valle del río Moros, donde aparece, tras hora y media de marcha, un ruinoso refugio junto al que mana la fuente Oscura, en medio de un espeso helechar.

Un cuarto de hora después, el excursionista sale a una pista forestal que, sin perder el rumbo norte, le lleva en otro cuarto –dos horas, en total– hasta una pradera con abrevadero y fuente donde nace el río Gudillos. A pocos pasos, a la derecha, una puerta candada le impide adentrarse en la garganta del río Moros. Aquí se le plantean dos posibilidades. O bajar por el camino que nace justo antes de la puerta hasta el área recreativa La Panera, para seguir por carretera hasta la estación de El Espinar y volver en el tren de la tarde a Tablada. O regresar por donde ha venido. Hay parecidas distancia y belleza. Sumido en esa duda, dejamos al excursionista.