Otro día caluroso de octubre. La ruta de esta semana la realizaríamos cerca del Puerto de la Cruz Verde. Nuestro punto de encuentro era la pequeña localidad de la Paradilla. Un núcleo de población en el que hay media docena de vecinos, una gasolinera y un restaurante.
Las nueve de la mañana, llegamos en tres vehículos los siete miembros de la excursión a aquella cima que parecía estar más lejos y más alta de lo que muchos pensamos. Nos tomamos un café en el restaurante Asturiano, que tenía muy buena pinta para comer. Iniciamos la ruta por donde el guía nos indicó, un amplio camino de tierra que nos llevó hasta el depósito del agua, que sin duda servía para alimentar al pueblo del preciado líquido transparente. Miramos hacia arriba, la cima se veía lejos, muy lejos. Podía ser un buen momento para pararse a realizar la foto de inicio de rutaLa senda no estaba muy clara, pero teníamos claro que había que seguir el pequeño sendero en dirección a la zona más alta que seguía muy lejos. Una pared de piedra se oponía entre nosotros y el sendero que teníamos que seguir. El guía abrió la puerta improvisada y nos dijo que pasáramos y siguiéramos por el pequeño sendero de la derecha.Subimos unos metros, nos paramos, nos dimos la vuelta y contemplamos las impresionantes vistas que ante nosotros teníamos. Santamaría de la Alameda, tierras de Ávila, Gredos al fondo, el Monte Abantos...
La senda era estrecha, en ocasiones desaparecía y otras veces se multiplicaba. Teníamos claro que debíamos seguir el camino hacia arriba. Cualquier otra dirección era mala. Miramos hacia la cima, ahora quedaba menos.
Nos paramos en unas rocas, contemplamos el paisaje y nos tomamos un tentempié para retomar energías. Qué maravilloso descanso con unas vistas que daban alegría a la mirada.
Continuamos la marcha, un bloque de rocas se situó ante nosotros. El paso de las Termópilas, dijo el guía que se llamaba. Se dirigió hacia ella como si fuera a pasar por el medio de ella. Todos dudamos, no pensamos que se pudiera pasar por el medio. Uno tras otro, entre risas y asombro, pasamos por el paso que había justo en el medio de aquel conjunto de rocas. Ahora la cima estaba más cerca.
El sendero comenzó a hacerse más empinado y la cima estaba muy cerca. Podíamos tocarla con la punta de los dedos. Nos paramos, giramos y disfrutamos del paisaje antes de realizar el asalto final a la cumbre.
La marcha se reanudó con más energías, solo nos faltaban unos metros y llegaríamos a la cima. San Benito nos estaba observando, dándonos ánimos para que llegáramos cuanto antes
¡Llegamos! Las vistas eran panorámicas. La sierra de Guadarrama, El Escorial, las Machotas, La Mujer Muerta, Gredos... Las fotos y los videos tomaron el control del momento y el lugar. La foto con la bandera no se hizo esperar.
Ahora teníamos que bajar hasta los coches. No lo haríamos por el mismo lugar. Continuamos caminando junto a la valla de piedra y luego giraríamos a la derecha. Antes de girar y seguir descendiendo, nos paramos en unas ruinas para comer. Las vistas lejanas de la cima formaron parte del espectáculo visual mientras comíamos.
Después de caminar por una y otra senda, llegamos a una amplia pista sin apenas sombras y el sol y sus rayos nos atacaron con fuerza. El calor nos acompañó el resto del camino hasta que llegamos al pueblo.



















