LEYENDA MONTON DE TRIGO

  Con más de 2.000 metros de altitud, el Montón de Trigo es una de las formaciones montañosas más altas de la Sierra de Guadarrama. Se encuentra situada entre los valles del río Moros y el Eresma, al sur de la provincia de Segovia. Además, forma parte del ramal de “La Mujer Muerta”. Con un emplazamiento geográfico como éste, su nombre no podía ser casualidad.
  Un día de primavera en la Sierra de Guadarrama, un colegio de excursión avanza por un sendero cercano al “Montón de Trigo”. Están aburridos y piden que les cuenten una historia de miedo, más que para otra cosa, reírse un rato mientras llega la hora de comer. Quieren oír una que no sea esa de la chica, que se mató en una curva y que hace autostop por las noches, atemorizando a todo aquel que se apiada de ella. El profe de Lengua, que no se sabe ninguna, propone que cada uno aporte una idea y, entre todos, se inventen una. Y dice así:
  Una calurosa mañana de primavera, el sol iluminaba los campos de trigo convirtiéndolos en un mar de oro. Casi había llegado la época de la cosecha y los labradores se afanaban en aventar las espigas para separar el grano de la paja. Un viejo del lugar, que desde pequeño conocía el oficio, se levantaba cada mañana muy temprano para ir a trabajar su campo y poder pasar el invierno sin temor al hambre.
 Estando muy tranquilo, ocupado en su tarea, dos mendigos se le acercaron a pedirle limosna. El hombre, contrariado por la interrupción, no les quiere dar nada y entona una canción popular para ver si los pedigüeños se aburren y se marchan a molestar a otro: “Vengo de moler, morena de los molinos de arriba, duermo con la molinera y olé, no me cobres la matina que vengo de moler, morena”.

  El más mayor de los mendigos suplica compasión al jornalero, rogándole que comparta algo de su trigo. Sufren mucha necesidad y deben recuperar las fuerzas para reemprender la marcha. Entonces, dos caminos se vislumbran con claridad en la mente del campesino: o se apiada de ellos y comparte su trigo o inventa una excusa y continúa con su labor. Una mentira dicha con mucha convicción, se convierte al final en una verdad, siempre y cuando haya alguien dispuesto a creerla. Así, el labrador contesta que, aunque le gustaría mucho poder ayudarles, no puede compartir su trigo, ya que éste no es más que un montón de tierra bañado por el sol.
Ni las mentiras engañan para siempre, ni todos los personajes de los cuentos son compasivos. Ni corto, ni perezoso, el mendigo más anciano pronunció las palabras que provocan el final de la historia: “Permita Dios que se te vuelva tierra” y así se hizo. La montaña, hoy llamada “Montón de trigo”, es aquel falso montón de tierra del campesino, que provocó su propio castigo.
Fin.


Esta historia, que por haber sido inventada por niños puede contener algún manido cliché y alguna que otra laguna en la narración, goza de muchas moralejas: hay que hacer el bien sin mirar a quién, no es oro todo lo que reluce, etc, etc. Pero, la principal, es que debemos ser curiosos y ver un poco más allá de las cosas, pues tras cada rincón puede haber una leyenda por descubrir.



Un saludo,